Desde sus tres años, Sarah DiNardo tiene una fascinación. Todo empezó con las pegatinas de los plátanos. Las pegatinas azules de los plátanos Chiquita. El tacto al despegarla y enrollarla entre el pulgas y el índice, la sensación de como se pega ligeramente a los dedos hasta formar un pequeño cilindro blanco de interior azul; y volver a empezar. Lo que podría haber sido un simple ‘tic’ (como quien disfruta con despegar los plásticos de protección de pantallas u otros dispositivos) se transformó en una costumbre, y esta costumbre: en pasión y arte.
Desenrollando con una mano y volviendo a enrollar por el otro lado metros y metros de cinta adhesiva, que vuelve a enrollar en formas cilíndricas, únicas, todas de diferentes tamaños y alturas, que en conjunto, forman una escultura, recordando según quien lo mire, un estéreo de troncos de madera o una una ciudad de rascacielos. Para Sarah DiNardo, diseñadora de Brighton (Massachusetts, EEUU), diplomada Cum Laude de la Universidad de Syracuse y especialista en Historia del Arte japonés y jardines zen, las horas dedicadas a elaborar estas formas son casi terapéuticas, un tiempo para meditar, tomar distancia, relajarse. Lo compara con quienes buscan una válvula de escape en salir a correr o se van de copas. Ella enrolla cintas adhesivas: cada uno tiene su vicio.